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Día de la memoria: “La dictadura no ha podido acallar las voces”

La Mgter. Esther Lucia Schvorer, docente e investigadora del Departamento de Historia, aporta desde una perspectiva histórica un relato sobre el modo en que la última dictadura militar alcanzó a la provincia de Misiones y a la región:

La fecha que nos convoca hoy es una de las más trágicas de la historia argentina contemporánea. Aquel fatídico 24 de marzo de 1976 fue el inicio de la más violenta dictadura militar en Argentina. A contramano de la idea que el gobierno militar trató de instalar en esos años, en Misiones y la región la violencia y las políticas implementadas demuestran que si “pasó algo”. Aquí y en la región la dictadura implicó entre tantas otras cosas tristes y terroríficas, una serie de consecuencias que hasta el presente impactan en la estructura social, económica y cultural.

Cuando los años ‘60, apenas lograda la provincialización (de Misiones, Formosa y Chaco) la región vio el surgimiento de un movimiento agrario que en algunas provincias se manifestó como “Ligas Agrarias” y en Misiones como el MAM (Movimiento Agrario de Misiones), luego también surgió la versión local del movimiento liguista. En esos años en la región nordeste del país los pequeños y medianos productores y otros grupos sociales (obreros y estudiantes) presentaron una respuesta política al proceso de concentración que se avizoraba y ya se hacía sentir. Desde mediados de la década del 70’ y específicamente desde 1976, la virulenta respuesta estatal a los reclamos y demandas de los movimientos sociales y políticos que significó el PRN (Proceso de Reorganización Nacional) garantizó una serie de transformaciones que demandaba el capital concentrado local y externo.

Las políticas dictatoriales, centradas en la represión estatal y el miedo, implicaron entre otras la concentración de la tierra, la concentración económica y el manejo integrado de los principales productos regionales, el paso de una economía sustentada en la pequeña y mediana producción agrícola a una economía concentrada y un estado “ausente” para las mayorías, la diversificación productiva trocó en monocultivo concentrado (especialmente coníferas), la pérdida progresiva de la selva paranaense, la expulsión de la población rural a las ciudades,  el crecimiento exponencial de la pobreza, los problemas ambientales (pérdida del recurso monte, suelo y contaminación de los cursos de agua), el miedo y el “no te metás” como parte del escenario cultural heredado de la dictadura, etc., todas ellas consecuencias relacionadas con la dictadura en Misiones y la Región.

Los gobiernos democráticos posteriores no pudieron, en el mejor de los casos, o no quisieron, cambiar el rumbo central de esas transformaciones. Hoy son los desterrados del sistema entonces, quiénes con su trabajo y sus luchas cotidianas denuncian las consecuencias de la dictadura y reclaman un lugar en la historia. Los trabajadores y trabajadoras rurales que continúan en las peores condiciones de pobreza y explotación; las y los pequeños productores expulsados de las chacras a las villas urbanas; las organizaciones indígenas que reclaman tierra y derechos; lxs feriantes y su apuesta al mercado local y el precio justo; lxs ambientalistas y afectados por represas; lxs docentes peleando por más y mejor educación y mejores salarios; las y los trabajadores de la salud pública tantas veces relegadxs (en total desamparo pero de pie ante una pandemia inconmensurable hoy),  mujeres en solitario o en las organizaciones, el movimiento feminista que atraviesa y sintetiza  todos los otros reclamos en su denuncia sobre la opresión del patriarcado y el basta a la violencia y femicidios. A pesar de sí misma, de la violencia, la desaparición, el miedo y la exclusión, la dictadura no ha podido acallar las voces.  Hay esperanzas. Es bueno recordarlo en el día Nacional de la Memoria, por la Verdad y la Justicia.

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Publicado en: Secretaría Académica